Al fin llegó el día.
DALIA
El vestido blanco colgaba del biombo, y la seda brillaba bajo la luz que entraba por el ventanal. Jacke y Daisy, vestidas iguales con tonos suaves de lavanda, daban vueltas a mi alrededor revisando cada detalle.
—¿El velo está en su sitio? —preguntó Daisy, alisando la tela con mimo.
—Perfecto —respondió Jacke, levantando la barbilla con orgullo—. Te ves como un ángel, prima.
Reí nerviosa, aunque las lágrimas me empañaban la visión.
—Gracias a ustedes no me falta nada.
Un golpe suave en la puerta interrumpió la escena.
—Todo está listo —anunció Armando, con voz firme.
Jacke le guiñó un ojo antes de girarse hacia mí.
—Respira. Todo va a salir hermoso.
La puerta se abrió de nuevo, y entonces entró Jimmy. Llevaba un traje oscuro impecable, y en la mano derecha sostenía una foto enmarcada. Mi corazón dio un vuelco.
—¿Estás lista? —me preguntó.
Tragué saliva y asentí.
—Sí.
Armando sonrió, se inclinó apenas y salió primero, marcando el inicio de la procesión. Jacke y Daisy lo siguieron