ADRIANO
Cuando llegué a casa, la noche estaba en silencio.
Apenas cerré la puerta, escuché su voz.
— Adriano...
—Amor… aún despierta.
Dalia estaba sentada en el respaldar de la cama, el cabello suelto y los ojos cansados.
—No podía dormir sin ti —susurró—. ¿Qué pasó? ¿Cómo está Gael?
Suspiré, dejándome caer sentado en la orilla de la cama.
—Destruyéndose. —Pasé una mano por mi rostro—. Es la segunda vez en la vida que le rompen el corazón, y como siempre, intenta no sentir… pero es peor. Por lo menos lo dejé durmiendo.
Ella gateó hasta mí, abrazándome por la espalda. Sus manos cálidas se deslizaron por mis hombros, masajeándolos con ternura. Sentí sus labios en mi cuello.
—Debe ser difícil —dijo en voz baja—. Un corazón roto duele demasiado.
Tomé su mano y la besé recordando lo que yo mismo le hice sufrir años atrás.
—Prometo no volver a dañarte, mi flor. No hay día que no me arrepienta de lo que te hice.
—Me habías olvidado —susurró ella con una media sonrisa triste.
—Aun así… no deb