DALIA
— Papito, sé que tú me ayudas desde el cielo, gracias por esta beca, no sabes lo feliz que estoy de que al fin podré estudiar sin pensar si podré pagar o no.
Le limpiaba el polvo que se había acumulado mientras sacaba las dalias secas que se habían marchitado cambiándolas por nuevas.
Hablé con él contándole todo, y lo feliz que estaba por la beca hasta que escuché una voz.
—¿Dalia? — Me giré y vi a mi amigo que hace casi un año no veía.
—¡Jimmy! — grité y me tiré a sus brazos.
—Supe que tu papá falleció… . Y quise traerle esto. ¿Cómo estás?
Sonreí, Jimmy siempre fue tan dulce.
Bien… bueno, sobreviviendo.
—Vamos a tomar un café, tenemos mucho de qué hablar.
—Me encantaría.
—Señor Wilson, se le extraña mucho. Cuide a Dalia desde el cielo.
Sonreí, me despedí de papá y caminé con Jimmy por el sendero empedrado del cementerio, con el olor a tierra húmeda mezclándose con el perfume suave de las flores. El sol se filtraba entre las ramas, dibujando sombras largas que parecían guiarnos