Mundo ficciónIniciar sesiónDALIA
Todos estaban felices por Armando y Annalena. Todo estaba perfecto: la música, la gente, las mesas decoradas, y el brillo en los ojos de los novios. Armando bailaba el vals y, en la pista, sus cuatro amigas con sus maridos no dejaban de moverse con elegancia. Yo no podía dejar de mirar a ese hombre de ojos miel; era imponente.
—¿A quién miras tanto, amor? —me preguntó Adriano al acercarse.
—A ese hombre —contesté—. Es impresionante.
—Lo es. — Dijo al mirarlo —¿Quieres bailar?
—Sí, amor.
Los dos nos deslizamos por la pista sin mirar a







