ADRIANO
El sonido de la campanita sobre la puerta me recibió junto al aroma intenso del café recién molido.
El murmullo de conversaciones y el golpeteo de tazas contra los platillos llenaban el ambiente.
Le había hecho caso a Ash, llevaba unos tres días siguiendo a Dalia, sabiendo sus horarios, y su cafetería favorita.
Y entonces… la vi.
Estaba junto a la barra, esperando su pedido.
Su cabello recogido de forma descuidada, un suéter claro, los dedos jugando con la manga como si buscara distraerse.
Di dos pasos… ella se giró y, sin querer, choqué con ella.
La taza de cartón que llevaba se tambaleó, y antes de que cayera, la sujeté de la cintura.
Su cuerpo encajó bajo mis manos como si fuera su lugar natural.
Sus ojos se levantaron hacia los míos.
Y se engancharon.
No sé cuánto tiempo pasó en ese silencio.
Solo sé que mi corazón golpeaba como un puño contra el pecho.
Ella dio un pequeño saltito, soltándose.
—Señor Blackstone… me disculpo —dijo, con una voz suave, formal… distante.
Las p