Semillas de Duda.
El aire se me atascó en la garganta. Lo último que quería era volver a ese instante: la nota, la foto, la certeza de que alguien había estado dentro. Pero Caelan no hablaba con alarma; hablaba con algo peor. Con una inquietud profunda, como si una pieza invisible del rompecabezas hubiera encajado de golpe.
—Por favor, necesito poner las cosas en orden antes de hablar del proyecto —dije sintiendo el peso en la boca del estómago. Pero antes de que pudiera responder, su mirada cambió. Se volvió más fija, más tensa, más personal.
—Quiero hablar de otra cosa —añadió, dando un paso hacia mí—. Algo que no entiendo.
Mi corazón dio un salto extraño.
—¿Qué cosa?
Sus ojos se clavaron en los míos como si buscaran algo que yo escondía.
—¿Por qué siento que conozco a ese hombre?
—¿Cómo lo sabré yo?
La mentira salió más rápido de lo esperado. Mi respiración se detuvo, sabía exactamente a quién se refería, pero no quería oír su nombre en ese contexto.
—¿Quién es Dorian para ti, Elara? —preguntó, con