El silencio en la oficina se volvió tan denso que parecía un tercer cuerpo entre nosotros. Caelan no dejó de observarme, como si buscara en mi rostro una verdad que yo me negaba a entregar.

Dorian, con Noah en brazos, recibió un mensaje que lo obligó a salir por un momento. Me miró como preguntando si iba a estar bien. Asentí. No quería testigos. No quería a nadie viendo cómo Caelan empezaba a quebrarse por dentro.

Apenas la puerta se cerró, la respiración de Caelan cambió. Más profunda, más inquieta.

—Necesito entender quién es ese hombre —dijo, sin rodeos—. De dónde salió. Por qué está aquí.

Una cadena fría me recorrió la espalda.

—Caelan, no es momento para…

—No hablo de ahora, Elara. —Su voz bajó, densa, peligrosa—. Hablo de… antes. De algo que no recuerdo pero siento. Como si ya hubiera estado en su presencia en algún momento.

Me obligué a mantener la mirada firme.

—Estás siendo paranoico. No los conoces, ni a él ni a mí. Solo estás agotado, todo el estrés del trabajo está jugand