En el Ojo del Huracán.
No dormí, o dormí en fragmentos, como si cada vez que cerrara los ojos la nota sobre la mesa respirara conmigo.
“No olvidamos.”
Esa frase se quedó adherida a mi piel como un veneno lento. Y la fotografía, esa imagen tomada desde arriba, capturando a Noah y a mí caminando por la vereda mientras un dron nos seguía, me ardía detrás de los párpados cada vez que intentaba descansar.
Pero eso no era lo que más me inquietaba.
Era la forma en que Caelan miró a Dorian la noche anterior; no fue simple desconfianza, ni celos disfrazados de indignación.
Fue reconocimiento. Un destello de algo oscuro en su memoria, algo que no alcanza a recordar del todo, pero que asomó con una violencia casi palpable.
Como si hubiera visto un fantasma, un fantasma con rostro familiar. Me estremecí apenas amaneció, cuando Noah entró descalzo a mi habitación.
—Mamá… ¿estás bien?
Tenía el cabello alborotado y la voz adormilada. Su inocencia me rompió.
Lo abracé con una urgencia que me avergonzó. Sentí su corazón peq