Sabotaje.
Nunca olvidaré el sonido del teléfono interno aquel mediodía: un timbre seco, cortante, que me hizo tensar los dedos sobre el mouse. Socios de Vance Corp., y eso solo podía significar una cosa: problemas.
Respiré hondo. Quinn Design Studio llevaba trabajando sin descanso, coordinando con Vance Corp. y Aliana Group para levantar el nuevo distrito financiero de Ravenshire. Era un proyecto gigantesco, uno que podía cambiar el rostro de la ciudad o hundirnos a todos.
Cuando contesté, la voz de la secretaria me atravesó como un alfiler.
—Elara… el señor Vance necesita verla. De inmediato.
Mi corazón dio un vuelco. No era un “necesita”, era un ven ya disfrazado.
—Déjalo pasar.
Cerré mi laptop, acomodé mis planos y lo esperé. Mis manos estaban frías; mis pensamientos, un remolino gris.
Cuando las puertas se abrieron, Caelan entró como una bala recién disparada, tirando un montón de papeles sobre mi escritorio, los planos extendidos como un cadáver abierto.
No levantó la cabeza; su mandíbula