Intervención.

Después de que se llevaron a Caelan, el edificio quedó en un estado extraño, como si hubiera sobrevivido a un sismo leve pero suficiente para dejar grietas invisibles.

Todo seguía en pie, todo funcionaba, pero algo esencial había cambiado de lugar.

La sala de reuniones olía distinto.

No era algo concreto, no podía señalarlo y decir esto. Era una mezcla de aire reciclado, tensión humana y el residuo emocional de lo que acababa de pasar.

Las sillas seguían acomodadas, la mesa intacta, el vidrio sin una sola fisura. Pero yo sentía que si volvía a sentarme ahí, el recuerdo me iba a aplastar el pecho.

La gente se fue yendo de a poco. Nadie sabía muy bien cómo despedirse después de algo así.

Los abogados murmuraban entre ellos, ya en modo control de daños. Los directivos evitaban mirarme directamente, como si yo fuera parte del colapso por simple proximidad.

Martin se mantuvo cerca, atento, pero respetando el silencio. Yo no tenía fuerzas para agradecerle eso. Fue cuando el pasillo quedó ca
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