Entre Oscuridad y Aliados.
El aire de la oficina estaba cargado, pesado, como si cada papel, cada monitor, cada escritorio guardara un secreto que yo no podía permitirme ignorar.
Desde mi regreso, la sensación de que todo estaba bajo vigilancia no había disminuido; al contrario, cada día que pasaba parecía confirmar que alguien estaba moviendo piezas detrás de mí, dentro y fuera de mi empresa.
Comencé mi jornada revisando los movimientos financieros y los documentos legales de los últimos meses.
No se trataba de curiosidad; era necesidad.
Cada contrato, cada transferencia, cada informe era una pista potencial sobre quién estaba cooperando con el enemigo invisible.
Me sumergí en números, balances y reportes internos, buscando irregularidades que pudieran ser el hilo para desenredar la maraña que amenazaba con aplastarnos.
Al principio, todo parecía normal. Movimientos rutinarios, cuentas equilibradas, firmas en orden.
Pero no tardé en notar lo que mi instinto ya sospechaba: pequeños desajustes, coincidencias que