Cara a Cara.
La sala de reuniones estaba iluminada por la luz fría de los paneles sobre el techo, reflejando cada línea de mi rostro mientras entraba.
Sentí la tensión antes de verla, antes incluso de percibir la presencia de Caelan y Dorian.
Había algo en el aire, un perfume sutil de poder y amenaza que hacía que cada paso que daba se sintiera pesado, calculado.
Caelan estaba allí, de pie junto a la ventana, mirando la ciudad como si le perteneciera.
El reflejo de su traje gris impecable se mezclaba con el paisaje urbano, y su sonrisa, medida y fría, se mantuvo mientras giraba ligeramente para mirarme.
—Elara —dijo, la voz baja pero firme—. Es… bueno verte de nuevo en acción.
Asentí sin decir nada, controlando mi respiración. Cada palabra que él pronunciaba parecía tener un doble filo, y yo no podía permitirme interpretaciones erróneas.
Dorian entró tras él, silencioso como una sombra, pero con la presencia suficiente para hacerme sentir que cada movimiento mío estaba siendo evaluado.
Se detuvo a