Capítulo 34. Florencia.
POV: Gaspar
No esperé al amanecer para resolverlo. A las tres y media, Iván volvió con algo más que aire frío en los hombros. Dejó sobre la mesa un sobre idéntico a los demás y, junto a este, una fotografía.
No era una sombra. Era un rostro que conocía demasiado bien: Chiara.
—¿Dónde? —pregunté.
—Ventana norte, segundo piso de la villa —respondió Iván, seco como siempre. Estuvo ahí diez minutos. No tocó nada más.
Se me aceleró el pulso, no por sorpresa, sino por rabia. Chiara no es una mujer cualquiera. Es la herida que nunca mereció cicatrizar, la que aprendió demasiado de mis pasillos y de mis silencios.
—No la pierdas de vista —ordené.
A las seis, Dante ya la había sentado en una de las sillas de la sala a la que no se entra sin invitación. La luz de la mañana le daba de lleno en la cara, pero aun así sonreía como si yo fuera el intruso.
—Qué honor, Gaspar... —dijo, cruzando las piernas despacio—. Pensé que tardarías más.
—Te conozco demasiado bien para tardar —me apoyé en la mesa—