POV: Irina

Vi el leve rastro de sangre entre nosotros, la prueba de que ese momento ya era irreversible. Me besó de nuevo, profundamente, mientras empezaba a moverse con lentitud.

El dolor comenzó a mezclarse con otra sensación, cálida y extraña. Mi cuerpo comenzó a adaptarse a él, a aceptarlo.

—Así... eso es... —me animaba, moviendo las caderas con un ritmo calculado.

Sus manos se aferraban a mi cintura y cada embestida era más profunda. Los jadeos se mezclaban con mis gemidos.

—Gaspar... se siente... diferente...

—Es porque ahora eres mía de verdad —gruñó, acelerando un poco—. Ya no eres la monja que conocí.

Sus palabras me excitaron aún más. Lo notaba más intenso y profundo, y el placer empezaba a superar el recuerdo del dolor. Mis piernas se enroscaron alrededor de su cintura, acercándolo más.

—Así... joder, así... —susurró contra mi cuello, lamiendo mi piel—. —Estás tan jodidamente bien... Tan apretada.

Sus movimientos se hicieron más rápidos y yo ya no podía contenerme. El sonido