JAZMÍN HERRERA
—El hombre desapareció antes de que pudiera hacerme daño. Alguien me lo había quitado de encima —susurré con la mirada perdida en mis recuerdos—. Cuando me di cuenta era Byron, que sin piedad comenzó a disparar hacia ellos, matando a dos de los tres hombres que nos habían lastimado.
»Volteó hacia mí, en el piso, con una ceja arqueada y una actitud de cansancio, viéndome más como una carga que como una víctima. Me ayudó a quitarme la soga de las muñecas mientras su ayudante, Steve, se lanzaba contra la puerta de la cabaña, intentando abrirla, mientras desde la ventana la mirada de Bryan seguía fija en mí, esta vez sin dolor, sino con esperanza. —Aún la tenía grabada en mi mente con fuego—. Me levanté del piso, corrí hacia la choza pese a que Byron intentó detenerme. Comencé a golpear la ventana con mis puños, pero el cristal era tan duro que mis manos rebotaban.
Vi mis manos como si aún pudiera sentir el dolor en mis huesos.
—«Vive por los dos», fue lo último que dijo