BYRON HARRINGTON
Tiempo, ese maldito elemento que no vuelve, demasiado caro para ser comprado, demasiado tortuoso, a veces rápido y otras demasiado lento. Se me escapaba de las manos y acentuaba mi desesperación. Cada minuto lejos de Amber era una tortura.
—Steve no ha podido obtener mucho de ese doctor —dijo Jazmín interrumpiendo mis pensamientos mientras Elvira servía el té—. Al parecer usaron a un mensajero para comprarlo. Dio la orden a los de seguridad de abandonar el cuarto de vigilancia ese día, así que tampoco sabemos quién alteró las cámaras.
De pronto mi dedo dejó de golpear la mesa mientras procesaba las palabras de Jazmín.
—¿Sabes quién pudo darle esto? —pregunté deslizando el dije por la mesa, directo hacia ella—. Me queda claro que un hombre enamorado, pero… ¿sabes quién? En los días que tuviste que cuidarla, te fijaste si había alguien que la siguiera o acosara.
Jazmín tomó el dije y lo levantó con curiosidad y el ceño fruncido. Era como ver a un sabueso olfateando