AMBER PIERCE
Era como si nadie me viera o simplemente estaban tan ocupados que ni siquiera se habían percatado de mi presencia. El calor de las máquinas, la forma en la que rugían me erizó la piel, y la manera en la que reaccionaba mi cuerpo me decía que no era la primera vez que me movía entre esta clase de autos.
Justo en el momento en el que dudaba si irme o quedarme lo vi. Era blanco con rojo y lleno de diferentes logotipos de marcas. Me atrajo, como si nos conociéramos de atrás tiempo, como si ese auto pudiera hablarme de todo lo que no recordaba.
Posé mi mano sobre la fría carrocería y mi corazón dio un vuelco. Estaba demasiado emocionada, tanto que mi estómago se achicó.
—¡¿Qué hace esa mujer aquí?! —exclamó alguien a mis espaldas. Por fin se habían dado cuenta de mi existencia. Cuando volteé ya tenía dos hombres grandes de seguridad.
—Lo siento yo, no pude evitarlo… no pensé que fuera… ¿ilegal? —solté como si esa fuera la excusa perfecta, ignorancia mezclada con inocencia.