La presión de su inminente encuentro con Eric Harrington, ese hombre que era a la vez su pasado doloroso y su futuro profesional, era un peso tangible sobre sus hombros. A pesar de todo, se obligó a esbozar su mejor sonrisa, una máscara perfecta para la tormenta que se desataba en su interior.
Clara, fue la primera en abordarla, envolviéndola en un abrazo efusivo.
—¡Bianca, qué alegría verte! —exclamó, sus palabras saliendo en un torrente de preguntas—. ¿Has dormido bien? ¿Has podido descansar? ¿Te sientes mejor?
Bianca se sintió conmovida por la genuina preocupación de su amiga. Le sonrió, tratando de transmitir una calma que no sentía.
—No tienes que preocuparte por mí, Clara. Estoy bien, en serio —respondió, su voz suave—. ¿Y tú? ¿Has dormido bien?
—¡He dormido como un bebé! —contestó Clara, radiante—. Llegué temprano para adelantar algunas cosas. Me imagino que tú tienes que ir a la oficina del señor Harrington hoy, ¿no?
Bianca se limitó a asentir, un nudo formándose en su estóma