El sol de la mañana parisina se filtraba suavemente por las cortinas, pintando la habitación con un tono dorado. Bianca se desperezó, el suave gemido de Olivia en la cuna cercana tirándola de vuelta a la realidad. Por un momento, olvidó dónde estaba. Luego, los recuerdos del largo viaje y la nueva ciudad acudieron a ella.
Se levantó, estirándose, y se acercó a la cuna. Olivia la miró con esos grandes ojos curiosos, y Bianca le regaló una sonrisa cansada pero llena de amor. Henry, en la cuna contigua, aún dormía profundamente.
Al salir de la habitación, el aroma a café y algo dulce flotaba en el aire. Lorena ya estaba despierta, moviéndose por lo que parecía una espaciosa y luminosa cocina. La casa era más grande de lo que Bianca había imaginado, con techos altos y ventanas que prometían vistas encantadoras de la ciudad. El cansancio del viaje había borrado cualquier impresión inicial, pero ahora, con la mente más clara, empezó a apreciar los detalles: la elegante decoración, la calid