El sol de la mañana se filtraba por las persianas, pintando rayas doradas en el suelo de la habitación. Bianca se desperezó con una sonrisa, el pensamiento de la exposición de arte inundando sus sentidos. Hacía mucho que no se permitía un lujo como ese, una inmersión en la belleza y la inspiración. La compañía de Lorena, además, hacía la perspectiva aún más atractiva; su entusiasmo era contagioso, y Bianca se sentía genuinamente agradecida por su constante apoyo.
Se levantó de la cama, dirigiéndose al armario. Quería elegir algo especial, un vestido que la hiciera sentir cómoda y a la vez elegante. Al probárselo frente al espejo de cuerpo entero, una risa suave escapó de sus labios. Su vientre, ahora notablemente abultado por el embarazo, era más evidente que nunca. Una sensación extraña, de profunda felicidad y una pizca de asombro, la embargó. Ya se había acostumbrado a la presencia de su futuro hijo, pero cada nueva manifestación de su cuerpo cambiante seguía siendo una pequeña rev