Bianca continuó trabajando, pero su mente ya estaba en la tarde. El reloj en la pared se movía con una lentitud exasperante. Sentía una emoción creciente por su próximo encuentro con Eric. Santiago, que se mantenía cerca, observándola, se dio cuenta. Ahora lo entendía todo. La sonrisa, la felicidad en su rostro. Todo era por Eric.
De repente, Clara se levantó de la silla que había estado ocupando por varias horas.
—Necesitaba hacer esto —soltó, estirándose—. Estoy bastante agotada. Saldré a hacer una llamada, ya vuelvo.
Clara se fue, dejándolos solos. El silencio llenó la habitación. Santiago se acercó a Bianca y se inclinó sobre el escritorio. Bianca sintió que él estaba demasiado cerca y la cercanía la puso nerviosa e incómoda. Él aprovechó la situación para preguntarle de nuevo.
—¿Qué día podemos salir, un día que no sea hoy ya que no puedes?
Bianca se sintió exasperada por su insistencia. Respiró hondo, lo miró a los ojos y expresó.
—Creo haber sido lo suficientemente clara cuando