Bianca llegó a su casa agotada del trabajo, pero satisfecha. Había logrado adelantar muchas cosas y, además, tenía tiempo para salir con los niños, tal como les había prometido. Los niños, al verla, se emocionaron.
—¡Mamá! —exclamó Olivia, corriendo a abrazarla.
—¡Mami, ya estás aquí! —soltó Henry, su rostro iluminado por una sonrisa—. ¡Estoy muy contento de verte!
—Yo también estoy contenta y emocionada de ver a mis niños —respondió ella, dándoles un beso a cada uno—. Por cierto, ¿están listos para la salida?
—¡Sí, estamos preparados, mamá! —dijeron al unísono.
Henry se llevó un dedo a la barbilla, pensativo, y ese gesto le causó gracia a Bianca.
—¿En qué estás pensando, pequeño? —le preguntó, con ternura.
Henry sonrió.
—Estoy pensando en que podríamos ir a un parque de diversiones. ¡Quiero montarme en la montaña rusa y en los juegos divertidos y extremos!
Bianca se quedó pensativa por un momento.
—¿Estás seguro de que quieres subir a juegos tan peligrosos? No, no creo que