La propuesta de Lorena había aterrizado de forma inesperada. Un viaje a París, para empezar de nuevo. La idea resonaba con la promesa de un futuro diferente, lejos de los fantasmas del pasado y las cadenas de los recuerdos.
Bianca miró a sus pequeños, Henry y Olivia, durmiendo plácidamente en sus cunas. Eran la razón de su existir ahora, y la fuerza para tomar decisiones que antes le habrían parecido imposibles.
—Sí, Lorena —dijo Bianca finalmente, con la voz aún un poco teñida de asombro, pero con una convicción creciente—. Sí, sí quiero ir. Realmente me tomaste desprevenida con todo esto, no te voy a mentir… pero sí.
Una sonrisa radiante iluminó el rostro de Lorena. Se acercó a Bianca, la emoción brillando en sus ojos.
—¡Lo sabía! —exclamó, su entusiasmo contagioso—. ¡Sabía que te gustaría la idea! Todo estará bien, Bianca. De verdad, podrás estudiar, lograr tus sueños. Y yo te apoyaré, te ayudaré a cumplir ese sueño. ¡Lo vamos a lograr!
Lorena se inclinó y le dio un abrazo cálid