El aire en la habitación de Bianca se sentía denso, cargado con la preocupación no dicha de Lorena. Había estado observando a su amiga durante todo el día, el silencio inusual de Bianca y la tristeza palpable en sus ojos. El corazón de Lorena se encogía con cada mirada, la impotencia de no saber cómo ayudarla la carcomía.
La vio más callada de lo normal, sus movimientos lentos, como si una carga invisible la estuviera arrastrando. Se preocupaba, y mucho. El miedo a entrometerse, a no saber cómo abordar el tema, la había mantenido callada, pero ya no podía más. Ver a Bianca así le dolía demasiado.
Dio un paso hacia ella, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. La voz le salió un poco más suave de lo que esperaba, pero firme.
—Bianca —comenzó Lorena, con delicadeza, su mirada fija en el rostro ensombrecido de su amiga—. Llevo todo el día observándote y… estoy segura de que algo te está pasando.
Bianca parpadeó, y por un instante, Lorena creyó ver un destello de sorpresa, quiz