Impaciente, Ania tuvo que esperar que facturaran cada pieza y las empacaran, aunque tampoco podía salir a la carrera para buscar a Liam dejando todo, pues eso podría hacerlo pensar mal.
El chófer terminaba de llevar las últimas cajas y paquetes, ya había pasado un buen rato desde que Liam había salido y Ania se sentía cada vez más afanada.
— Muchas gracias por su compra, señora Anderson, esperamos tenerla de vuelta muy pronto… — La encargada le entregó el recibo con la tarjeta.
— Gracias… — Ania finalmente pudo salir.
La luz del sol que ya se ponía, la deslumbró ligeramente.
A unos cuantos metros, el chófer luchaba por terminar de acomodar la enorme ruma de los paquetes en el auto, mientras que Ania se quedó por un instante en la puerta de la tienda mirando hacia los lados, pensando en dónde podría estar Liam.
Pues algo no le daba buen presentimiento.
Repentinamente, un azote la jaló con fuerza y cuando Ania se dio cuenta, un hombre que pasaba corriendo con una maya oscura cubr