Capítulo 4 — Enloquecido

Llegaron todos al destacamento, sin embargo, los policías le pidieron a Liam y a Alicia quedarse en la sala de espera, mientras se llevaban a Ania al interior de la comisaría.

— Oigan, ¿qué hacen? — Liam detuvo a uno de los policías, sosteniéndolo por la chaqueta.

— Lo siento, señor, pero según el procedimiento la señora irá nuevamente a interrogatorios y luego pasará a los calabozos.

— ¡¿Qué?! ¡No pueden hacer eso! ¡Ella está en estado! — Voceo Liam preocupado.

— Señor, si tiene algo que decir o quejarse, le sugiero que llame a su abogado y que él se encargue de arreglarlo todo. — Replicó el policía, soltándose del agarre de Liam con un tirón, para seguir su camino y llevarse a Ania.

— Tranquilo, estaré bien… — Ania intentó sonreírle a su esposo, aunque en sus ojos, él pudo ver la preocupación que la agobiaba.

— ¡Maldición! ¡Esto no puede ser! — Gruñó Liam para sacar su teléfono y llamar de inmediato a su equipo de abogados.

En pocos minutos, unos abogados se fueron a acompañar a Ania en la sala de interrogatorios, mientras que los otros abogados entraron con a Liam a una sala contigua, con un cristal, desde el que podían ver y escuchar todo lo que sucedía con Ania.

— ¡Entonces! ¡¿Te desagradaba o no, la forma en que tu suegra te trataba?!

— Si… Pero… — Balbuceaba Ania, llorando.

— ¡¿Pero qué…?! — Insistió el policía. — La señora Georgia siempre te mostró su desagrado, ella nunca te recibió en la familia, ¡¿Por eso pusiste el veneno?!

— No, señor, yo…

— ¿De dónde sacó el veneno?

— Yo no sé nada de veneno, no lo hice, yo…

— ¡Di la verdad y podremos conseguir una negociación para tu sentencia! — Gritó el policía, provocando que Ania se cubriera el rostro, incapaz de contener más el llanto.

— ¡Señor, mi cliente es inocente! — Se levantó uno de los abogados.

— ¡¿Inocente?! — Gruñó el policía. — ¡¿Tú estás seguro de eso?!

— ¿Qué? — Ania levantó el rostro, preocupada.

— Tenemos todas las pruebas, sabemos que usted es la culpable… — La señaló el policía. — Así que le sugiero que declare todo, esa será la única manera en que pueda salvarse…

— No, es… Es… — Balbuceó Ania confundida.

— ¡Llévensela a los calabozos! ¡Vamos a ver si piensa bien si quiere pasar toda su vida en una cárcel! — Ordenó el policía y dos agentes se llevaron a Ania.

Con gran dolor, Liam vio como se llevaron a su esposa, mientras que Ania lloraba, esto era imposible, parecía una absurda pesadilla, sin embargo, entre más pasaba el tiempo en la comisaría, Liam sentía con mayor fuerza el peso de la verdad, pues su mundo se le venía encima.

— Cómo pueden ver, señores, todas las pruebas apuntan a la señora Ania de Carter… — Alegó un policía, caminando lentamente por la habitación en la que estaban reunidos el equipo de policías, junto a los abogados de Liam.

Ya habían presentado todas las pruebas y todo señalaba a Ania, las huellas, el té envenenado, rastros de veneno en la taza, el video en dónde se veía a Ania preparándolo y a la señora Georgia cayendo, parecía que no había nada que hacer.

Liam se sostenía la cabeza, desesperado, «No puede ser, esto no puede ser posible» se repetía mentalmente, una y otra vez. ¿Esto quería decir que era cierto? Su esposa, su dulce y tierna esposa, la mujer que él había amado con su vida y que esperaba a sus hijos, ¿Ella había asesinado a su madre, envenenándola?

Qué plan más maquiavélico.

— Aunque sabemos que está embarazada, no se puede hacer nada, la señora Ania Cárter, irá a juicio. — Anunció uno de los policías que los acompañaba en esa sala.

Y comenzó una larga discusión entre los policías y los abogados sobre lo que cada lado podía ceder, una negociación, casa por cárcel, confesiones, aceptación de los crímenes, prisión de baja seguridad, muchos gritos y algunas ofensas.

Palabras que Liam ya casi no podía escuchar, parecía que sus oídos se habían tapado y, en cambio, solo sonaba en su cabeza un zumbido, como si él tuviera una interferencia en los oídos ¿No había nada que hacer? ¿Las pruebas eran contundentes? ¿Su esposa era una asesina? ¿Ania había envenenado a su madre?

Si había alguna esperanza, él parecía haberla perdido, ahora si sentía de verdad, que había enloquecido.

Liam no lo pudo soportar más, él salió de aquella habitación sin decir nada, dejando a los policías y abogados discutiendo, en la recepción de la comandancia lo abordó Alicia, nerviosa y ansiosa por lo que su cuñado le diría.

— Liam… ¿Qué ocurrió? ¿Qué te dijeron? ¿La van a liberar? ¿Van a soltar a mi hermana? — Ella preguntaba una y otra vez, pero él parecía un zombi, no respondía, ni volteaba a verla, Liam solo caminaba en dirección al mostrador.

— Necesito ver a la señora Ania de Carter ¿Dónde está? — Fue todo lo que salió de la boca de Liam cuando se detuvo frente a la recepción de la comandancia y un policía lo atendió.

Alicia se cruzó de brazos, irritada tras haber sido ignorada, pero allí se quedó, esperando una respuesta de su cuñado.

— Lo siento señor, pero… — Fue a responder el policía, cuando un repentino manotazo sobre el mostrador lo calló, Liam había golpeado el tope con todas sus fuerzas.

— ¡¿Qué no me oyó?! ¡Dije que necesito ver a la señora Ania de Carter! — Gritó Liam a todo pulmón y pareció que todo se detuvo en la comandancia, todos los presentes, los que esperaban algo y los que iban pasando, policías y criminales, voltearon para verlo. — ¡Escúchame bien, pendejo! ¡Hasta ahora, no he usado todo mi poder para hacer lo que me dé la gana en este cuchitril porque nunca me gustó ser esa clase de persona, pero si no aceptas hacer lo que te estoy pidiendo ahora y me llevas ya mismo con mi esposa, llamaré inmediatamente al alcalde, al gobernador, al ministro y hasta al presidente del país, quienes son mis amigos personales y les pediré que boten a todo el personal de este maldito agujero y pongan un personal nuevo, que sea eficiente y que me obedezca! ¡¿Quieres que haga eso o me vas a dejar a ver a mi esposa?!

— No… No, señor, digo, sí, señor, lo pasaré, yo… Lo siento… Vamos, lo llevaré de inmediato con su esposa… — El policía tomó, nervioso, un juego de llaves y guío a Liam hacia los calabozos.

Apenas Ania lo vio acercarse, ella se levantó del sucio banco en el que estuvo sentada, esperando a que su esposo la sacara y se acercó a la reja del calabozo, esperanzada, lista para irse, pues seguro ya todo se había solucionado.

Pero la expresión sería de Liam, no le dio a Ania un buen presentimiento.

Con sus labios apretados y con los ojos enrojecidos, Liam mostraba una cara que Ania no había visto nunca antes y que por primera vez en su vida, le daba miedo.

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