Capítulo 5 — Asesina

— Liam, cariño… ¿Qué pasó? ¿Qué te dijeron? — Preguntó Ania sintiendo como su corazón latía acelerado.

Pues aunque Ania no quería admitirlo, su esposo se veía muy diferente al hombre dulce y amable que ella conoció.

— Después de todo lo que hice por ti… — Liam se detuvo frente a la reja, a una distancia prudente.

— ¿Qué? — Ania lo miró, confundida, sosteniéndose de la reja, con el rostro prácticamente entre dos barrotes.

— Me puse en contra de mi madre y de toda mi familia por mi amor por ti… ¡¿Y así es como me pagas?! ¡¿Eh?! — Liam se abalanzó sobre la reja de golpe y por instinto Ania se tiró hacia atrás, cayéndose.

— Ahhhh… — Gritó ella, cayendo sentada en el frío suelo. — Liam, cielo… Por favor, no sé de qué me hablas… — Gimió desde el piso, dentro del sucio calabozo.

Ania intentó contener la mueca de dolor por el golpe de la caída e intentó levantarse, cuando los gritos de Liam la hicieron tirarse de nuevo hacia atrás, volviendo a caer sentada sobre el frío concreto.

— ¡Asesina! ¡Mataste a mi madre! — Voceo Liam y Ania se quedó pasmada.

Allí fue cuando ella se dio cuenta, de como su esposo, quien siempre la vio con amor, ahora la veía con odio, como si quisiera matarla y todo lo que la salvaba, era la misma reja de la prisión en la que Ania se encontraba.

— ¡¿Qué?! ¡¿Cómo dices eso?! ¡Yo no hice nada malo! ¡Esa es una mentira! — Contestó Ania desde el suelo, con las lágrimas ya rodando por sus ojos.

— ¡No me mientas, Ania, no me mientas! ¡Por qué ya no me voy a dejar engatusar más de ti! ¡Tienen todas las pruebas, los policías tienen todas las malditas pruebas y todas te acusan a ti! — Continuó gritando Liam, sintiendo como el alma se le rasgaba con cada palabra.

¿Todas las pruebas la acusaban a ella? Los ojos de Ania se abrieron de par en par por la sorpresa, pero ¿Cómo…? ¿Cómo pudo ocurrir eso? ¿Y los abogados no podían hacer nada? ¡Pero si ella era inocente!

Ania sintió un fuerte dolor en el corazón, por lo que se llevó sus manos al pecho, apretando su blusa con fuerza, como si quisiera arrancársela, para poder respirar mejor.

— Eso… Eso no es cierto… — Balbuceo Ania, abrumada.

— ¡Si, lo es! — Repentinamente, la expresión de Liam comenzó a doblegarse y su tono de voz se quebró, él no lo soportó más y las lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro. — ¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste, Ania? ¿Lo hiciste porque mi mamá no te aceptaba? Yo te dije que ella venía para darte la aprobación… Y lo haría públicamente…

— ¡No! — Chilló Ania, también llorando, aún tirada en el mismo lugar, sintiendo como si se asfixiara.

— ¡Que no me mientas! — Volvió a gritar Liam con rabia, pateando el enrejado. — Siempre te creí una chica dulce e inocente, creía que no podía haber en el mundo alguien mejor que tú… Ese fue el mayor error de mi vida, confiar en tu apariencia… Debí haber confiado en el instinto de mi madre y dejarte cuando ella me lo pidió… ¡M@ldicion, ella estaría viva! ¡Es mi culpa, todo es mi culpa, por enamorarme de ti!

Terminó gritando Liam con todas sus fuerzas, apretando las rejas y jaloneándolas, como si quisiera arrancar los barrotes para entrar y acabar con Ania.

El dolor para ella era muy grande, cada palabra era un punzón para su corazón, no solo porque su esposo la estaban acusando de asesinar a su suegra, no, para ella, eso no era lo más grave.

Lo peor era ver como el hombre que ella amaba, el hombre que hasta hace unos días también decía amarla con todo el corazón, la creía capaz de algo así y se arrepentía de estar con ella.

— ¿Cómo…? ¿Cómo no puedes creerme, Liam? ¿Cómo puedes ser capaz de creer que yo hice algo así? — Preguntó Ania sintiéndose completamente rota.

Ania finalmente se levantó del suelo, viendo a Liam desde dentro de ese calabozo con una mirada ceñuda y llena de dolor, decepcionada, abrazándose a sí misma, como único consuelo y fuente de calor.

Liam cerró los ojos con fuerzas, le dolía profundamente verla así, tan vulnerable, tan triste, tan dolida, tan rota, pero las pruebas hablaban por sí mismas, no había otro sospechoso siquiera o una pequeña pista hacia alguien más, nada que la exonerara de alguna manera.

La única señalada era su esposa, ¿qué tan tonto podía ser él, como para creerle a ella y no a todas las pruebas que le restregaron en el rostro un equipo de especialistas?

— ¡Oh, por Dios! ¡Liam, Ania! — Entró Alicia, en el lugar, al escuchar los gritos tan fuertes, temiendo lo peor.

— ¡Señorita, no puede estar aquí! — Intentó detenerla el policía que había acompañado a Liam y que se había mantenido a unos metros de distancia, observándolo todo.

— ¡No se atreva a tocarme, apártese! ¡Ellos son mi familia! — Gritó Alicia al policía con convicción, intentando pasarle, por un lado.

— ¡Alicia! — La llamaron Ania y Liam al mismo tiempo.

El policía no tuvo más remedio que cederle el paso antes de que al loco del señor Carter le diera otro ataque.

Y apenas se acercó, Alicia se lanzó sobre Liam, abrazándolo con fuerza y dejando a su hermana, Ania, con la boca abierta.

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