Liam se había convertido en un hombre frío, grosero, arrogante y amargado.
— Liam… — Fue a intervenir Sebastián, notando que la discusión se estaba saliendo de control.
Sin embargo, antes de que su amigo pudiera decir algo más, Liam alzo su mano, haciendo un gesto para acallarlo, pero Ania fue la que habló, con todas sus fuerzas.
— Tiene razón, señor Carter, no sé lo que hago y por eso, no firmaré ese contrato. — Gruñó Ania, levantando su cartera y la carpeta que acababa de poner sobre la mesa. — Con el necio, no se puede discutir, porque es una perdida de tiempo… Al necio es mejor darle la razón, aunque no la tenga…
— ¿Qué? — Liam se quedó helado y confundido.
¿Qué había sucedido? Entre el calor de la discusión y de demostrar que él tenía la razón, Liam no se había dado cuenta de lo que estaba provocando, ¿Acababan de perder a su mejor cliente?
— Y creo que esta reunión ha sido una completa perdida de tiempo, señor Carter… Fue un placer conocerlos, señores… — Ania se dio la med