CAPÍTULO 10

Dorian

Las carcajadas me salían del pecho como una orquesta infernal mientras mis hombres se encargaban de castigar, con puños que parecían martillos, a los inútiles que se atrevieron a fallarme. Los golpeaban como si fueran sacos de boxeo mal rellenos. Un espectáculo grotesco... y francamente entretenido.

Pero no, no me malinterpretes. No es que disfrute la violencia sin propósito. Es que me repugna la incompetencia. Me asquea la traición. Yo, que les pago bien, les doy sus días, los trato como hombres, no como ratas. ¿Y así me pagan? ¿Con mentiras? ¿Con dobleces?

Creyeron que podían dormirse en sus laureles, que trabajar para mí era un pase al paraíso. Pobres ilusos... No se dan cuenta de que están sirviéndole al mismísimo demonio con traje. Yo soy bueno, sí. Soy un hombre justo. Hasta que me traicionan. Porque cuando eso pasa... se acabó. Te despides de este mundo.

Uno de los traidores gimoteaba en el suelo, suplicando como un perro. Patético. Yo solo reí, una risa seca, brutal. To
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