Capítulo 70
El taxi se detuvo frente a uno de los hoteles más lujosos de la ciudad. Las luces de la entrada brillaban, reflejándose en la carrocería del coche y en los cansados ojos de Augusto, que parecía renacer poco a poco.
Miró al taxista con firmeza, a pesar de la evidente fatiga.
— Espere aquí. Vuelvo en cinco minutos.
El conductor asintió, todavía receloso, pero algo en el tono de Augusto le decía que debía confiar.
Augusto bajó del coche con pasos más firmes ahora, entró en el vestíbulo del hotel e inmediatamente fue reconocido por el recepcionista, que corrió a atenderlo. En pocos minutos, subió a su habitación, fue a la caja fuerte empotrada en el armario, cogió una pequeña pila de dinero y volvió a bajar.
Al llegar al taxi, extendió la mano y le entregó al conductor un fajo de billetes.
— Aquí hay cinco mil reales.
El hombre abrió mucho los ojos, sorprendido.
— ¿Cinco… cinco mil?
— Es solo el comienzo. — Augusto le entregó luego una tarjeta con el logotipo de la empresa en