¿Qué sabía de los hombres lobos? Poco, lo que decían y había visto más que toda la crueldad de sus actos, pero sobre su deseo sexual, era un tema desconocido.
Decidió empaparse del tema y fue a la biblioteca de la corte en donde buscó entre los libros algo que le diera una luz y encontró unos escritos del monje donde se hablaba del tema.
Resulta que ellos entraban en celo una vez al mes y necesitaban aparearse con una hembra.
Adara engulló saliva. ¡Ella era una hembra! Entonces esa mirada y esa actitud era la de un hombre en celo.
Miró la noche caer y temió quedarse sola junto a él.
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Como era de esperarse, Stefano estaba en celo y la cercanía de Adara lo tenía de mal humor. Nunca tuvo una hembra tan cerca, su aroma a vainilla era irresistible.
Se cogió su miembro molesto.
—¡Ya deja de pensar en su cuerpo!
No estaba nada mal de cuerpo, es más, tenía unos pechos atrayentes como dos frutas jugosas.
—¡No es cierto!
Rugía arrimándose contra la pared. Respiró varias veces, nunca sintió at