Capítulo 1. La esposa del retrato
El eco de sus pasos resonaba con dureza sobre el mármol del gran pasillo. Adara mantenía la frente erguida, aunque el corazón le golpeaba las costillas con un ritmo ansioso.Su vestido era sobrio y bordado en pedrería fina, parecía demasiado pesado para un momento que se suponía glorioso en la vida de toda doncella: su boda.Carecía de corte alguna, solo una escolta de soldados que marchaban a su lado solemne como si la condujeran a un juicio y no a su boda. Y, en cierto modo, así se sentía.Abrolia estaba atenta a cada paso que ella daba, y las damas de la corte murmuraban viéndola entrar en la capilla solemne.Adentro, lo más ilustre del reino, con sus mejores galas, la esperaba. El altar aguardaba iluminado por velas altísimas que crepitaban como llamas de sacrificio.No había rosas, a ella le gustaban mucho y deseó ver manojos de ella adornando su camino. Tampoco había música, ni alegría.Solo nobles vestidos con telas ostentosas, algunos con la indiferencia pintada en el rostro,
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