A pesar de sentirse en el fondo de su corazón, traicionada y dolida, Isabella no podía dejar de sentir al mismo tiempo, como revoloteaba su corazón por Máximo, sus sentimientos la hacían dudar de lo que hacía.
Ella respondió al beso y aunque tenía los ojos cerrados, sentía que en cualquier momento podía escapar una lágrima.
Unos minutos después, ambos tuvieron que soltarse para recuperar el aliento, Máximo se aferraba a ella, abrazándola por la cintura y descansando su frente sobre la de Isabella.
Ambos podían sentir el mutuo repiqueteo de sus corazones y sus agitadas respiraciones de cerca.
— Max… — Musitó ella sintiendo como se ahogaba con el nudo en su garganta. — Por favor… No me niegues la posibilidad… No me obligues a luchar contigo para poder cumplir mis sueños… Y porque eres mi esposo, creo que deberías ser el primero en querer apoyarme.
— Isabella, yo no…
Máximo fue a refutar, quería decirle que no, que se negaba rotundamente, que él no quería ni podía ni imaginarse sin ella