Todos se quedaron sorprendidos, Ricardo prácticamente se congeló por un momento.
— Te lo advertí, desgraciado, infeliz… Te lo advertí y no me hiciste caso… — Gruñó Máximo empuñando el arma hacia Ricardo.
— Yo… Señor… Eh… Collins… — Balbuceó Ricardo levantando las manos lentamente, tan sorprendido como asustado.
— Heriste a mi esposa, me desobedeciste y vas a pagarlo muy caro… — Voceo Máximo sin dejar de mirarlo ceñudo.
— Señor Collins… — Gimió Ricardo, tragando grueso, tembloroso, cerrando los ojos al notar la determinación de Máximo.
— Max… — Musitó Isabella, acercándose a su esposo, al tiempo que le hablaba con un tono lleno de dulzura.
— Ellos intentaron lastimarte… — Gruñó Máximo a Isabella, sin voltear a verla, pues él sabía que cedería apenas se encontrara con sus ojos.
— Pero no lo hicieron, mírame, cielo… — Insistió Isabella, Máximo apretó los labios en una línea. — Esto es solo algo de sucio, Max… Estoy bien, estoy a salvo… Sana y salva. — Isabella ya estaba a su lado.