— Pero ahora no se trata de asegurar la supervivencia económica de la familia Sinclair… Si no de nuestra supervivencia, de mi vida y la tuya, Isabella… — Aseguró Margaret.
— ¿Qué? ¿De nuestra supervivencia? — Isabella arrugó el ceño, desconcertada.
— La razón de este matrimonio, Isabella, es protegernos nosotras y resguardar el legado de la familia Sinclair…
— Pero, ¿de quién?
— De mis hijos, Ricardo y Héctor. — Intentó aclarar Margaret, dejando a Isabella todavía más desconcertada.
— ¿Sus hijos? — Preguntó Isabella aturdida.
— Fui exiliada, luego de la muerte de tu padre, mis propios hijos se aseguraron de mantenerme alejada de la familia para quedarse ellos como cabecillas los Sinclair… — Voceo Margaret con una expresión llena de disgusto. — Ese par de buitres y traidores, han hecho cosas terribles y ha sido muy duro tener que enterarme de todo… Por eso, ellos no merecían ser escogidos como los herederos de la familia Sinclair… Debía escoger a uno de mis nietos como heredero…