El Salón de los Espejos, una de las estancias más imponentes del palacio real de Argemiria, resplandecía bajo la luz de la mañana que se filtraba a través de los ventanales. Anya se detuvo un instante en el umbral, observando cómo la luz rebotaba en las superficies espejadas, multiplicando las figuras de los consejeros que ya ocupaban sus asientos alrededor de la mesa ovalada de roble pulido.
Nunca había asistido a una reunión del Consejo Real, ni siquiera a una informal como esta. Su presencia allí era, en el mejor de los casos, inusual. En el peor, sospechosa. Pero la invitación había llegado directamente de Elian, y rechazarla no era una opción que considerara.
—Señorita Ríos —la voz de Lord Dorne resonó desde el extremo de la mesa—. Qué... sorpresa verla aquí.
El Primer Ministro la observaba con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Vestía un traje gris oscuro impecable, con el broche de la Casa Real en la solapa. A su lado, varios consejeros intercambiaron miradas discretas.
—Po