El sol se filtraba a través de las cortinas de seda del salón de té del ala este, proyectando sombras doradas sobre el mármol pulido. Anya contemplaba el jardín desde la ventana, observando cómo los jardineros reales podaban meticulosamente los setos de boj. Tres semanas habían pasado desde el baile, y la tensión en palacio crecía con cada día que el príncipe Elian postergaba su decisión final.
El tintineo de porcelana la sacó de sus pensamientos. Al girarse, se encontró con la figura elegante de Sybelle Monteclair, quien depositaba una bandeja de plata sobre la mesa de caoba.
—Pensé que te gustaría probar este té de jazmín. Lo importan directamente de las islas orientales —dijo Sybelle con una sonrisa calculada mientras servía el líquido ambarino en dos tazas de porcelana finísima.
Anya arqueó una ceja, sorprendida por este acercamiento inesperado. Durante semanas, Sybelle había mantenido una distancia cortés pero fría.
—Es muy amable de tu parte —respondió, aceptando la taza con cau