Sentía la brisa marina recorrer mi cuerpo. Miré a Alexander; en ese momento se encontraba tranquilo. El sol cumplía con su función: su piel lucía hermosa, y su rostro seguía igual de sereno. Su perfil era tan perfecto como siempre. Al parecer no se había rasurado ese día, lo cual, lejos de restarle encanto, lo hacía aún más atractivo.
Le había enviado un mensaje a su hermano, pero no respondió. Al parecer, Patrick había vuelto a desaparecer. Era extraño. Las últimas horas con Alexander habían sido tensas, aunque sentía un poco menos de enojo hacia él.
A pesar de estar en nuestra “luna de miel”, yo seguía trabajando: enviando órdenes, respondiendo correos... y más. Alexander no me lo recriminaba. Sabía que eso me hacía feliz, y le agradaba que fuera una mujer independiente. Era algo raro en su círculo, donde las mujeres solían ser las esposas perfectas, y no mucho más. Pero yo no era así. Siempre había buscado superarme, aprender, no depender de nadie.
Terminé de enviar los correos y e