En el salón de estar de una mansión, una mujer conversaba con su abogado. Al parecer, estaban tramando una jugada bastante turbia. Eleanor Lewis Benson aún no se daba por vencida.
Creía tener un as bajo la manga: solicitaría una prueba de ADN al hijo mayor de su difunto esposo. Con eso, esperaba sembrar dudas. Tal vez así lograría sacar a su hijo de la cárcel.
—Quiero pedir una prueba de ADN —dijo Eleanor—. Así podré exigir que solo los hijos legítimos de mi esposo sean reconocidos como herederos. Siempre dudé de Jonah —añadió, fingiendo vulnerabilidad. En su interior sabía perfectamente que los gemelos no eran hijos de Jonah; sólo Margaret lo era. Pero con ese juicio podría quitarle poder a la estúpida de Anne. Pagará peritos, laboratorios... no había rastros de ADN de Jonah, y pensaba usar una muestra del verdadero padre de los gemelos para hacerlo pasar por la del difunto. Así demostraría que los “ilegítimos” y sus vástagos no tenían derecho a nada.
—Quiero que la pidan ya, que no