El corazón de Wolf latía con fuerza, un tambor de guerra en su pecho. El susurro de Sven, el viajero, rompió el tenso silencio del bosque. La pregunta resonó en la oscuridad: ¿Qué iba a hacer? ¿Dejaría que el hombre que había reconocido su identidad se uniera a ellos, o lo rechazaría para proteger su secreto?

Wolf se volvió, sus ojos se clavaron en los de Sven. La furia que había sentido antes se había desvanecido, reemplazada por una mezcla de resignación y compasión.

—No te necesitamos —dijo Wolf, con una voz baja y áspera—. He huido por una razón. Mi vida y la vida de esta mujer están en peligro. No voy a arrastrar a un hombre inocente a mi perdición. Vuelve al campamento.

Pero Sven no se movió. Su rostro, bañado por el sudor, era una máscara de dolor y determinación.

—No soy un hombre inocente, mi Thane —dijo Sven, su voz se quebró—. Mi hermano fue asesinado por los guardias de tu hermano. Mi familia fue expulsada de nuestra tierra. Yo no soy un hombre inocente. Soy un hombre que