Capítulo 32
Negué con firmeza. No podía quedarme en esta manada. Mi deber era cuidar de Ares, de mi futuro esposo, De lo que debía construir aunque el corazón gritara lo contrario, era momento de poner un limite
Xavier extendió la mano hacia mí, suplicante, con los ojos llenos de esperanza, supongo que pensó que despues de lo que pasó regresaría, su mirada era una súplica muda, una necesidad de tenerme cerca
—Por favor… cuídame. Nadie lo hará como tú —susurró.
Su voz era un recuerdo de lo que una vez fuimos. Pero yo ya no podía ceder a lo nuestro.
—No puedo. Tienes una concubina. Y esta manada ya tiene Luna. Mi lugar está junto a mi prometido. Ares, el Alfa de Plata.
—¡Tu deber es conmigo! —gruñó, su voz temblaba de rabia—. Soy tu Alfa. Naciste en la manada de Fuego.
Intentó levantarse de la cama, con furia para controlarme, para no sentir que perdía lo único que amaba, pero su cuerpo débil lo traicionó y cayó de nuevo acostado
—Eso es verdad —dije, fría—. Pero mi madre y mi herma