La maravillosa noche había llegado, envuelta en un aire de expectativa y un murmullo de lujo que se colaba por cada rincón del salón. Las luces doradas de la gran gala iluminaban la fachada del imponente hotel, mientras los invitados iban llegando uno a uno, envueltos en trajes elegantes y perfumes caros.
Tiago no tenía ni idea de lo que estaba por venir. Creía que sería una noche como cualquier otra: sonrisas ensayadas, conversaciones estratégicas y un par de copas para disimular el tedio. Pero no… esa noche el juego cambió.
Jimena estaba lista, y no solo para robar miradas. Esta vez tenía un único objetivo: robar una en particular… la de Tiago.
En su habitación, frente al espejo, había dado los últimos toques a su maquillaje. El vestido, una pieza ceñida de seda negra con una abertura lateral que dejaba ver la línea perfecta de su pierna, abrazaba cada curva como si hubiera sido diseñado para pecar. Sus labios, de un rojo intenso, eran la promesa de un peligro delicioso.
Cuando bajó