11 | La frialdad del jefe

Asintió con la cabeza en respuesta a los saludos de sus empleados mientras se acercaba a la puerta de su despacho. Se detuvo con la mano en el pomo de la puerta y giró ligeramente la cabeza para echar un vistazo a Ema, que seguía sentada en su mesa, con la cabeza agachada y los ojos enfocados en otra dirección.

Su bolígrafo estaba clavado en la mano derecha y no lo utilizaba en absoluto. Tenía las cejas fruncidas y, por primera vez, la vio fruncir el ceño. Todo el mundo le saludó, pero ella se quedó sentada sin moverse, incluso después de que él pasara a su lado. Estaba seguro de que ella apenas se dio cuenta y eso le llamó la atención.

Por un segundo, le vino a la mente la idea de acercarse y exigirle una explicación por no haberle prestado atención, pero la desechó y siguió adelante hacia su despacho.

Ema suspiró mientras se quedaba sentada, perdida en sus pensamientos. Intentaba pensar en cualquier método o forma de reunir el dinero que necesitaba. Aunque vendiera todas las cosas
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