Tengo Novio

CAPÍTULO 7

ANTONELLA SALVATORE

TENGO NOVIO

Salimos de la oficina y bajamos al estacionamiento donde esperaba el elegante auto de Emiliano. Un suspiro escapó de mis labios al recordar los momentos vividos minutos antes en la oficina, las intensas emociones que él despertaba en mí y la forma en que mi cuerpo reaccionaba a cada uno de sus toques.

Nunca había intimado con ningún hombre; siempre había anhelado llegar pura al altar. Pero con esta nueva agitación que Emiliano provocaba en mi interior, la manera en que mi cuerpo respondía a cada roce, a cada beso... ¡Dios mío! No sabía si podría resistirme a él.

—¡Antonella!, ¡Antonella! ¿Qué te pasa? ¡Estás perdida en tus pensamientos!

—Disculpa, me distraje por un segundo. ¿Qué me decías?

—Sube a este hermoso auto —me invitó con una sonrisa.

—Sí, sí... gracias —respondí, sintiendo un ligero rubor en mis mejillas.

Salimos del estacionamiento. Él tomó mi mano, y una corriente eléctrica, mezcla de frío y excitación, recorrió mis piernas hasta instalarse en mi vientre. Me puse algo nerviosa y decidí hablar para distraerme.

—Tu amigo me cayó muy bien. Se nota que te aprecia mucho, por la confianza con la que te trata. Seguro llevan mucho tiempo conociéndose.

—Sí, Marco es un gran amigo. Lo conozco desde la infancia, estudiamos en la misma universidad. Él se especializó en leyes y yo en ingeniería de diseño automotriz. Nuestros padres también son muy buenos amigos. Siempre compartimos en las reuniones familiares. Aunque él y yo somos muy distintos en carácter, nos llevamos bien y nos respetamos mutuamente.

—Me alegro de que cuentes con un amigo así. Yo también tengo una amiga; más adelante te la presentaré y en algún momento te contaré sobre ella.

Llegamos a mi casa. Antes de bajar del auto, nos despedimos con un beso y la promesa de vernos mañana.

—Que te vaya bien con tus padres, amor —me dijo con una ternura que hizo que mis mejillas se encendieran al instante al darme cuenta de cómo lo había llamado. Era la primera vez que le decía "amor".

—Ven aquí —me atrajo suavemente hacia él—. Me encantó que me llamaras así y quiero escucharlo más seguido. Principessa, ve a tu casa, entra, porque un minuto más y te retendré por horas.

Le di un beso rápido en los labios. —¡Adiós!

Bajé del auto y caminé directamente hacia mi casa. Frente a la puerta, volteé y ahí estaba él, alzando la mano en señal de despedida. Entré y escuché el rugido inconfundible del motor de su BMW alejándose. Miré a mi alrededor; todo estaba en silencio. Al parecer, no había nadie en casa. "¿Dónde estarán mis padres?", me pregunté.

Subí a mi habitación. Lo primero que hice fue quitarme los zapatos y dejarlos a un lado. Tiré mi cartera sobre el mueble y me dejé caer boca abajo en la cama, soltando un largo suspiro.

Treinta minutos después, ya fresca y relajada después de una ducha tibia, me puse mi pijama de dos piezas y bajé a la cocina a prepararme un sándwich de jamón y queso, algo ligero, acompañado de una gaseosa.

Regresé a mi habitación con mi improvisada cena y tomé mi teléfono para revisar las redes sociales mientras comía. Un mensaje de mi amiga Mónica apareció en la pantalla.

MENSAJE…

—Hola, Nella, estás desaparecida. Estoy triste porque la ingrata que dice ser mi amiga no se acuerda de mí.

—Hola, Ica. No estoy desaparecida, solo he tenido mucho trabajo. Y deja el drama, ja, ja, ja. Siempre me acuerdo de ti.

—Bien, ja, ja, ja. Tenía que ponerle un poco de suspenso, ya me conoces, ja, ja. ¿Qué vas a hacer el fin de semana? ¿Tienes planes?

—Hasta ahora no tengo ningún plan, lo mismo de siempre. Sabes que no soy de salir mucho y paso la mayor parte del tiempo con mis viejos. ¿Por qué la pregunta?

—Nella, van a inaugurar un club. Al parecer va a estar muy bueno, aparte de que ya hace falta salir a bailar, mover el esqueleto y tomar unos cuantos tragos. ¿Qué dices?

—Me parece bien la idea. Salir de vez en cuando no le hace mal a nadie. Sí, acepto salir el fin de semana.

—El sábado a las ocho, sin falta, estaré en la puerta de tu casa. Debemos llegar temprano para agarrar mesa. Estoy segura de que estará lleno. Bacio… ti amo. Ciao. (Beso, te quiero. Adiós.)

—Ciao pazzo, anch’io ti amo. (Adiós, loca, también te quiero.)

Solté un suspiro cansado al darme cuenta de que había terminado mi cena. Me acomodé en la cama, cerré los ojos y pensé en él. En lo educado y caballeroso que era. Nunca imaginé estar con alguien así. Quien lo veía con esa presencia imponente no sospecharía el hombre maravilloso que se escondía detrás. Y pensando en él, me quedé dormida.

EMILIANO FERRER.

Mi principessa cerró la puerta, y yo puse en marcha el auto rumbo a la mansión Ferrer, el hogar donde crecí y donde aún vivían mis padres. Me resultaba extraño que mi padre no hubiera aparecido por la empresa, ya que siempre lo sentía vigilándome de cerca, y más ahora que sabía que teníamos nuevos inversores internacionales.

La mansión se encontraba en una zona exclusiva, habitada por personas de mi mismo círculo social. Encendí la radio al azar y una canción capturó mi atención: "A partir de hoy" de Maite Perroni y Marco Di Mauro.

Uh, o oh, ah, aah.

A partir de hoy

Tu mirada es mi reflejo

El reflejo de mis sueños

Cuando sueño como un beso

Se transforma en un ‘te quiero’

Un ‘te quiero’ de tu voz

A partir de hoy

Has cambiado lo que siento

Que a cada momento

Se desaparece el tiempo

Cuando estoy contigo, amor

Solo estamos tú y yo

No hace falta más

Que estar junto a ti

Porque tengo el amor que me das

Porque tú tienes todo de mí

A partir de hoy te entrego el corazón

Mis secretos, mi destino y mi ilusión

Cada lugar, cada rincón

Mi locura y mi razón

A partir de hoy te digo que te amo

Que no puedo estar sin ti porque te extraño

Es para ti todo mi amor

Todo de mí a partir de hoy

A partir de hoy

Te acompañan mis latidos

Vas conmigo en mis sentidos

Pienso que cuando estoy contigo

Ya no hay nadie alrededor

Solo estamos tú y yo.

Lo primero que pensé fue en Antonella. Esa mujer había logrado algo inexplicable en mí, me tenía completamente cautivado.

Llegué al portón y, al reconocerme, me dieron acceso. Estacioné el auto, salí y me dirigí a la casa. Toqué la puerta y una de las empleadas domésticas me recibió.

—¡Buenas noches, Nora! ¿Se encuentran mis padres?

—¿Cómo está, joven? Sí, ellos están en la sala tomando la merienda —respondió con amabilidad.

—¡Gracias!

Seguí por el pasillo hasta llegar a la sala, donde vi a mi madre sentada a la derecha y a mis padres al otro lado, disfrutando de un cappuccino y unos cannoli. Mi madre me vio y su rostro se iluminó con sorpresa.

—Figliolo, che piacevole sorpresa averti qui oggi. (Hijo, qué grata sorpresa tenerte aquí hoy).

Me acerqué a ella y le di dos besos en cada mejilla.

—Volevo sapere di voi. (Quería saber de ustedes).

—Benvenuto Emiliano, sarai sempre ben accolto, questa è casa tua. (Bienvenido, Emiliano, siempre serás bien recibido, esta es tu casa) —me dijo mi padre, dándome un fuerte abrazo.

Tomé asiento. Mi madre llamó a Nora para que me trajera un cappuccino mientras yo devoraba un cannolo.

—Sono qui per tre ragioni. Una cosa che mi sembra strana non vederti in azienda, papà —comencé—. Due, per sapere se state bene, e tre, vengo a portarvi una notizia che spero vi renderà felici per me. (Estoy aquí por tres razones. Una cosa que me parece extraña es no verte en la empresa, papá. Dos, para saber si están bien, y tres, vengo a traerles una noticia que espero los alegre por mí).

—Mi sono preso qualche giorno di riposo. Tua madre ed io stiamo bene —respondió mi padre con tranquilidad—. (Me tomé unos pocos días para descansar. Tu madre y yo estamos bien).

—Come ha detto Arthur, stiamo bene —añadió mi madre con una sonrisa—. (Como dijo Arthur, estamos bien).

—Che novità sono? (¿Cuáles son esas noticias?)

—Ho una ragazza e molto presto la porterò così potrete conoscerla. (Tengo novia y muy pronto la traeré para que la conozcan).

Mi padre se levantó de inmediato, y mi madre también me felicitó con entusiasmo.

—A tempo debito, figliolo! Finalmente ti ha catturato. Chi è la ragazza fortunata? Di chi è l’uomo d’affari che è figlia? (¡En buen momento, hijo! Finalmente te atrapó. ¿Quién es la afortunada? ¿La conozco? ¿De qué empresario es hija?)

—Complimenti, Emiliano! Muoio dalla voglia di sapere chi è! (¡Felicidades, Emiliano! ¡Muero por saber quién es!) —exclamó mi madre con curiosidad.

—La conoscete. Si chiama Antonella Salvatore, la mia assistente. (La conocen. Se llama Antonella Salvatore, mi asistente).

Mi madre y mi padre repitieron lo mismo al unísono, con un tono de sorpresa.

—¿Il tuo… il tuo assistente? (¿Tu... tu asistente?)

—Sì, è la donna più bella d’Italia. (Sí, ella es la mujer más hermosa de toda Italia) —pensé, sintiendo cómo el amor me embriagaba—. Estoy locamente y perdidamente enamorado.

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