ELIZABETH REED
Acaricié la mejilla de Mauro y pegué mi frente a la de él. Su boca buscó la mía y la mía no se movió. ¿Deseaba venganza? ¿Darles un poco de su propia medicina a los hermanos Lynch? ¿Qué pudieran sentir lo que yo sentí?
Antes de poder responder a alguna de esas preguntas, el beso había terminado, ni siquiera cerré los ojos y… no logré nada de lo anterior, solo sentirme culpable. No era esa clase de mujer embustera y manipuladora, yo… arreglaba las cosas golpeando y disparando, no… usando a los demás, no… jugando con un hombre.
—Lo siento… —dije arrepentida y retrocedí.
—Lo sé —contestó