ELIZABETH REED
—Espero que no estés perdiendo la paciencia, mi niña —dijo mi abuelo mientras tomábamos el té en la biblioteca—. La compra del «chalet» está a punto de concluir, pero antes de que vayamos, necesito dejar mis cosas en orden.
—¿Tus cosas en orden? —pregunté confundida. Dejó su taza de té sobre la mesita y se inclinó para tomar mi mano entre las suyas.
—Todo lo que conseguí con el paso de los años, estaba pensado que se quedara en manos de mis hijas. Estela y Marion heredarían todo, era mi manera de dejarlas protegidas cuando yo ya no estuviera. Bueno, las cosas dieron un giro terrible y todo lo que tenía estaba destinado a terminar en manos de Estela, pero… ahora que veo que