IDRIS DOYLE
Corrí hacia el baño, apretando los dientes y los labios, no podía contenerlo más tiempo. Cuando quise abrir la puerta, esta se abrió sola. Tuve que levantar la mirada para darme cuenta del hombre rubio y atractivo delante de mí, que me veía como si fuera un bicho raro.
La desesperación me hizo empujarlo a un lado antes de precipitarme hacia la taza del baño, sacando todo el contenido de mi estómago.
—¡Oye! ¡¿Qué te pasa, loca?! —exclamó furioso y con justa razón.
—¿Qué ocurre?
Escuché la voz de un segundo hombre.
—Una mu