Astrid
El viento del bosque silbaba entre los árboles altos y frondosos mientras mis pies se deslizaban con firmeza sobre el suelo. Ronan me lanzó un ataque lateral que esquivé con agilidad, girando sobre mí misma para golpear con la palma extendida su abdomen. Él retrocedió un paso, pero sonrió.
—Más fuerte, Astrid. ¿Eso es todo lo que tienes?
—Estoy calentando, no quiero dejarte en ridículo tan pronto —le respondí con una sonrisa traviesa.
Nuestros cuerpos danzaban en combate, sincronizados en una armonía que solo se consigue con la confianza. Nuestros alientos se entremezclaban, nuestros movimientos se anticipaban. El roce de su brazo contra mi cuello, la manera en que yo lo empujaba hacia atrás sin contenerme. Ambos éramos herederos de fuego y viento, pero aquí, solos, no éramos más que dos almas librando una guerra íntima.
Cuando nuestros ojos se cruzaron en un momento de pausa, el mundo pareció detenerse. El bosque quedó en silencio, y entonces lo besé.
Sus labios eran cálidos,