CAPÍTULO 15

RONAN

Caminos Astrid y yo, hasta llegar al salón principal de la casa.

Y allí estaba él, de pie, frente al retrato que dominaba la pared del salón, mi retrato. Magnus.

Su postura relajada no me engañaba, ni la manera en la que inclinaba la cabeza, como si analizara la pintura con interés genuino. Jugaba a la indiferencia, pero yo conocía la rabia contenida en su pecho, el veneno que lo carcomía por dentro.

—No me gusta —dijo finalmente, sin apartar la vista del lienzo. Su voz estaba impregnada de burla—. Aunque, pensándolo bien, lo que realmente no me gusta es tu cara.

Reí de manera sarcástica, cruzándome de brazos.

—Es curioso, Magnus. Pensé que la última vez que nos vimos te quedó claro que no eras bienvenido en mi territorio. ¿Acaso se te perdió algo?

Magnus sonrió de lado y sacó un cigarrillo de su chaqueta. Lo encendió con lentitud, como si tuviera todo el tiempo del mundo.

Sentí a Astrid tensarse a mi lado.

—Podría decirse que sí —respondió, exhalando el humo lentamente antes
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