ASTRID
—Tenemos que ser más hábiles. —hablé
Me encontraba frente al gran mapa del reino del viento, rodeada por mis betas más leales. Señalaba con firmeza las zonas más vulnerables de la frontera norte, donde temía que Naia intentara penetrar.
—Quiero a los vigías aquí, aquí y aquí —dije marcando tres puntos estratégicos—. Patrullas dobles. Cualquier movimiento extraño debe reportarse inmediatamente.
Uno de los betas asintió.
—¿Y en la zona del acantilado? —preguntó otro—. No hay suficiente cobertura. Si Naia cruza por ahí...
—Lo sé —interrumpí—. Por eso enviaremos a los mejores tiradores. Nadie entra sin ser detectado.
Después de varias órdenes más, los betas se dispersaron como sombras decididas. Me quedé sola, el mapa aún extendido frente a mí, como si fuera un tablero de ajedrez en una partida que ya estábamos perdiendo. Di un paso atrás y exhalé largo, con el pecho apretado. A pesar de todos los preparativos, algo dentro de mí no estaba en paz.
Temía que no fuéramos suficientes